Opinión: Algo se mueve, por Juan José Ruiz
PERDONEN LAS MOLESTIAS, ESTAMOS TRABAJANDO PARA CONSTRUIR ALGO MEJOR
Esta es una carta abierta dirigida a todos los que estáis involucrados en lo que se ha denominado el movimiento 15M. Y está escrita con esperanza y con mucho cariño porque, entre otras cosas, una de mis hijas es una de las personas comprometidas con vuestro movimiento.
Los años 60 y 70 del siglo pasado se caracterizaron por movimientos, fundamentalmente de jóvenes, que pedían algo más de lo que la sociedad les ofrecía. En España, estas protestas iban acompañadas, además, de peticiones de democracia y libertad a un régimen caduco y autoritario, impropio de la Europa occidental a la que pertenecemos geográficamente.
La llegada de la democracia parlamentaria, a mediados de los años setenta, acalló aquellas reivindicaciones y durante muchos años, la juventud, en general, ha sido considerada como conformista y poco o nada implicada en política.
Sin embargo, la crisis ¿o estafa? económica provocada por un capitalismo salvaje, injusto e incontrolado, que se ceba especialmente en “los de siempre”, el vergonzoso e irrespetuoso comportamiento de algunos políticos, quizás de una minoría, pero suficientes para teñir todo de marrón, acompañado de una política ineficaz e incapaz de prever y remediar los problemas, han provocado la indignación y el levantamiento pacífico y espontáneo de un buen número de jóvenes que demandan algo tan normal como una democracia real porque se sienten manejados como una mercancía más en manos de dirigentes políticos y económicos sin escrúpulos.
Y tienen razón. Una democracia en la que los teóricamente representantes de los ciudadanos están tan alejados de estos, en donde nos limitamos a votar cada cuatro años al que menos nos disgusta, y en donde raro es el día que no aparecen espectáculos bochornosos e impresentables de peleas de gallos entre los rivales políticos, caiga quién caiga, de despilfarros y, lo que es peor, de casos de corrupción, han llenado el vaso de la paciencia de muchos jóvenes que ven impasibles cómo son las víctimas de un mundo que ni funciona ni les gusta. No son jóvenes NI NI, sino SIN SIN (sin trabajo y sin futuro) y nos están dando un ejemplo de sensatez y de cordura.
Son los políticos NI NI (ni gestionan bien, ni nos representan) los responsables últimos de estos males que nos afectan directamente. ¿Cómo pueden vivir dignamente los mileuristas (los jóvenes afortunados que llegan a esa cantidad) o, lo que es peor, los parados? Con tanto partido y tantos políticos ¿no encuentran soluciones? ¿No pueden ponerse, por una vez, de acuerdo para diseñar un plan y solucionar los aspectos más básicos (economía, educación, justicia, sanidad, etc.) que devuelva a estos jóvenes y a la sociedad en general, un poco de esperanza? ¿No es ésa la vocación, la obligación y el trabajo de los políticos? ¿No les dice nada a algunos mirarse todos los días en el espejo y contemplar a un inútil, a un parásito o, lo que es peor, a un sinvergüenza?
Estos jóvenes, a los que a veces miramos con desprecio por su estética, a los que criticamos por su incultura y su comportamiento, sin querer recordar que nosotros, con su edad, también éramos mal vistos por la generación de nuestros padres por nuestra estética, por nuestra incultura y nuestro comportamiento, son dignos de admiración y respeto. Y el mío, desde luego, lo tienen.
Tienen razón cuando dicen cosas como “Nuestros sueños no caben en sus urnas”, “No falta dinero, sobran ladrones”, “Somos la generación más preparada y menos valorada” o “¡Manos arriba, esto es un contrato¡”.
Pero, cuidado, la razón es condición necesaria pero no suficiente. La razón se puede perder por las formas. El cortar calles, provocar a la policía, y cosas por el estilo, puede ser una estrategia de los que no están interesados en que este mensaje cale en la sociedad. Espero que lo detecten y que a su razón se una un comportamiento ejemplar, respetuoso, pacífico y, si es posible, con sentido del humor. Eso redoblará su efectividad.
Juan José Ruiz
Catedrático de Química Física de la Universidad de Córdoba